Es cierto,
el dolor y la enfermedad han estado unidos desde siempre, como la propia vida y durante la historia de la humanidad. Los profesionales de la medicina se han enfrentado a través de la historia al dolor con gran dosis de literatura y de superstición.
En Europa, durante la Edad Media, los monjes conservaron los antiguos códices griegos y romanos, por los que sentían verdadera veneración. Al lado de las abadías era frecuente el cultivo de plantas curativas.
El opio extraído de la adormidera era un buen remedio analgésico, siendo frecuente la utilización de la "esponja somnífera", con generosas dosis de opio y beleño aunque su uso fue restringido por la propia Iglesia, posteriormente, ya que se le relacionaba con prácticas ocultistas.
Ahora,
el sufrimiento, el dolor es evitable. Disponemos de medios que nos proporcionan analgésicos y las intervenciones quirúrgicas se realizan con buenos profesionales anestesistas. Es más, en los últimos años, se ha revolucionado el campo de la anestesia, sobretodo por la aparición de nuevos fármacos innovadores que aumentan en el paciente un margen mayor de seguridad.
Pero en los centros sanitarios afganos aún conservan técnicas y mentalidades propias de la Edad Media.
He sentido un escalofrío al leer un artículo publicado ayer, donde se habla de la “
Anestesia con dolor en la tierra del opio.”
El opio, esa planta herbácea de pétalos de color blanco, a veces rojo, que puede alcanzar 1.50 metro, está plagada de mitos y leyendas, de guerras e intereses económicos debido a la producción de heroína. Pero es a la vez indispensable para extraer la morfina (10% en el opio y la codeína 1 a 3%).
Al igual que aquellos monjes la utilización de la planta fue criminalizada, los médicos afganos evitan a toda costa el uso de la morfina -en un país que es el primer productor mundial de opio- porque existe la falsa creencia de que puede generar dependencia.
Y en su lugar se utilizan otros analgésicos cien veces menos potentes de los que se hacen servir en cualquier quirófano de un país desarrollado.
Con esto, cientos de pacientes, incluido niños sienten lo indecible en diversas intervenciones quirúrgicas. Hay mujeres que se les hacen los legrados (extracción del tejido de la cavidad uterina) sin ningún tipo de anestesia.
Afganistán es uno de los países más pobres del mundo. Años de guerra de olvido Internacional han tenido consecuencias desastrosas para su desarrollo humano, social y económico.
La esperanza de vida, es de apenas 46,4 años y la ignorancia, la pobreza, la corrupción de ciertos gobiernos siempre se ceba con los más débiles.
Según la ONU, en 2006 Afganistán suministró alrededor del 92 por ciento del abastecimiento mundial de opio, con el consiguiente mercado de heroína. Naciones Unidas estima que la contribución del tráfico de droga a la economía afgana en el 2006 fue de unos 2.700 millones de dólares.
Las ganancias son enormes, y mientras los señores de la guerra se dedican en llenarse los bolsillos.
Se da la circunstancia que el cultivo de opio saca de la pobreza extrema a cientos de campesinos y muchos abogan por erradicar la producción pero nadie habla de alternativas diferentes al opio que puedan desarrollar estos agricultores.
Vemos Afganistán ahogándose en el abismo de la falta de educación, que es la base fundamental de cualquier sociedad. Ahogándose en una precariedad sanitaria tremenda.
Me pregunto si alguno de esos tipejos que no “señores” de la guerra, se enfrentarían a una intervención por ejemplo de una dolorosísima fractura abierta sin la anestesia adecuada.
Sólo dejo un pequeño apunte de lo que establece la Constitución de La Organización Mundial de la Salud (OMS), organismo de la ONU, especializado en gestionar políticas de prevención, promoción e intervención en salud a nivel mundial: el objetivo de la OMS es que todos los pueblos de la tierra puedan gozar del grado máximo de salud que se pueda lograr...