Juegos de magia.

India, niños de la calle. Foto Patricia C.

Un pequeño niño indio de unos diez años, descalzo y con una bolsa vieja se subió al autobús. Se presentó como el gran Nayakan, mago de profesión y prestidigitador de renombre.
Sin más preámbulos comenzó con juegos de magia: desaparecer bolas metálicas bajo pañuelos de color indeterminado, soplando al aire y ligeramente a sus pequeñas manos cerradas, abriéndolas posteriormente siempre con una sonrisa de oreja a oreja mientras que decía: - No hay nada, ha desaparecido. Y ahora soplo y aparecen ¿veis?, ¿veis?.

Algunos de sus espectadores no estaban demasiado entusiasmados, el paisaje de Nueva Delhi es rica en contrastes: entre una sensación de prosperidad económica similar a Bombay con grandes edificios financieros y la otra visión de miseria más absoluta, la de todos aquellos excluidos que a duras penas salen adelante en minúsculas viviendas de chapa bajo puentes, recónditos agujeros donde establecen sus hogares con escasas pertenencias, rotondas donde duermen niños y se alimentan de pedazos de pan que encuentran en los vertederos, ancianos exhaustos mendigando por las aceras…(…).
Los espectadores del pequeño mago apenas observaba lo que sus manos hacían, la supervivencia está normalizada en este país indio. Un país donde el tercer hombre más rico del mundo es según la revista Forbes, Mukesh Ambani con 19,5 billones de dólares y éste le acompaña un paisano suyo, Lakshmi Mittal con la no menos despreciable cantidad de 19,3 billones de dólares.

Nayakan parecía ajeno a la indiferencia de una parte de su auditorio, y se centraba en nosotros, con nuestro inconfundible aspecto occidental, a su juicio, opulento.
Y verdaderamente os puedo decir que Nayakan hacía magia.
Sus profundos ojos negros brillaban ante cada acto de genialidad con sus dedos, el pañuelo, una vara de bambú que agitaba cual si fuera el mismísimo David Copperfield, bueno ¡que más quisiera David Copperfield tener el arte de este chaval!.
Porque la verdadera magia que él tiene es la de ganar unas cuantas rupias para seguir poder viviendo junto a su familia en esa suerte de casa de chapa y cartón que hace de hogar en un viejo puente de Delhi. Esa ciudad próspera donde crecen empresas, se hace negocios y se conecta a Internet con aparente facilidad.
La magia de poder alimentarse junto a sus cinco hermanos, superar enfermedades fácilmente curables, en definitiva sobrevivir a esa pobreza que también significa morir antes que los habitantes de los países más ricos simplemente por no tener el dinero para conseguir medicamentos.
Queda poco para ese primer y cacareado Objetivo del Desarrollo del Milenio: la erradicación de a pobreza extrema y el hambre. Entre los que destaco la de reducir a la mitad, entre 1990 y 2015, la proporción de personas cuyos ingresos son inferiores a un dólar diario y conseguir pleno empleo productivo y trabajo digno para todos, incluyendo mujeres y jóvenes. ¿Estamos a tiempo de conseguirlo? ¿Se puede esperar otro siglo? ¿A qué precio?.

Nayakan se despide con aplausos. Baja las escaleras del autobús y le veo alejarse, pequeño, frágil.
Camina descalzo, ávido de seleccionar el próximo auditorio para seguir ejerciendo su magia. Desparece entre el sonido de los coches, los rickshaw y el frenético ritmo de la ciudad india.

Cuando llegué a Madrid, quise conocer el significado de Nayakan. Leí héroe. Sin lugar a dudas, no podía ser otro nombre…

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Iniciativas contra la pobreza ¡Ya!